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DERECHOS DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES

En Colombia, las mujeres jóvenes consumen más licor que los hombres

06 de marzo 2019 , 08:25 p.m.

El 12,4 % de consumidores de marihuana la probó antes de cumplir 10 años.

Ya han pasado seis meses. Casi siete.

Desde el preciso momento en que tomó posesión de la Presidencia de Colombia, en agosto del año pasado, Iván Duque ordenó a las autoridades que decomisaran todas las sustancias narcóticas que encontrasen, incluyendo la que se conoce como “dosis personal”, a la que también le dicen “dosis mínima”.

Y, como este país no necesita que le den mucha cuerda para entrar en debates, se armó de inmediato la gran polémica a favor y en contra. Iban voces de crítica y venían voces de aplauso. La población se dividió entre los dos bandos. Hubo quienes dijeron que es incongruente penalizar la producción o venta de narcóticos, y al mismo tiempo tolerar su consumo, así sea en mínimas cantidades. Llovieron argumentos de uno y otro bando.

Pues bien, ha llegado, entonces, la hora de hacerse una pregunta: ¿qué ha pasado con el consumo de drogas en los últimos meses? ¿Ha disminuido o ha aumentado? ¿Valió la pena, o no, esa ardorosa polémica pública?

La primera sorpresa que uno se lleva, cuando mete sus narices en estos temas, es que el consumo de bebidas alcohólicas en Colombia es mayor entre las mujeres que entre los hombres.

Así lo comprueban las investigaciones juiciosas y recientes del Observatorio de Drogas de Colombia (ODC), una dependencia del Viceministerio de Justicia.
—En los hombres el hábito de beber licores se ha mantenido estable –me dice el viceministro Juan Francisco Espinosa–. Pero las mujeres consumen cada vez más.

Los nuevos narcóticos

Hay unos hallazgos muy elocuentes en el estudio nacional de consumo de sustancias psicoactivas que el mismo Observatorio suele adelantar y el cual mide a los estudiantes entre 12 y 17 años de edad, que van del séptimo grado hasta el último año de bachillerato.

—En esa franja escolar, las muchachas ya consumen más alcohol que los varones –agrega Espinosa–. Las cifras son elocuentes: 70,4 por ciento de mujeres frente a 68 por ciento de hombres.

La realidad del alcoholismo escolar en Colombia es tan impresionante que se puede resumir en este dato estadístico: tenemos el dudoso honor de ser campeones continentales. Ocupamos el primer lugar en América Latina, compartido con Argentina.

En cuanto hace relación con las sustancias narcóticas, la situación ya está adquiriendo unas proporciones alarmantes. Las investigaciones del Observatorio han descubierto que el 11,7 por ciento de los escolares colombianos han consumido marihuana alguna vez. Y, tal como ocurre con el alcohol, también en este caso las mujeres consumen más que los hombres.

—Es terrible decirlo –añade el viceministro de Justicia–, pero nuestras investigaciones han detectado la aparición de 33 nuevas drogas narcóticas de origen químico o vegetal.

Esos alucinógenos no se producen en el país y normalmente provienen de China o Europa. “Pero la Policía Nacional ha descubierto que aquí los hacen rendir agregándoles otras sustancias para aumentar las ganancias con la venta al menudeo. ‘Factura’ es el nombre que le dan a esa operación”.

En la puerta del colegio

Entre esos narcóticos hay dos que se conocen por los nombres de popper y ‘Dick’. Se usan por inhalación, como vapores narcóticos.

—Los venden de manera legal en el comercio –agrega el viceministro Espinosa Palacios– porque normalmente se usan como pegantes o como limpiadores de equipos electrónicos. Pero los traficantes los compran al por mayor, los mezclan, los hacen rendir y después los revenden al menudeo en inmediaciones de los colegios.
Esas nuevas drogas son mucho más potentes que las antiguas, como las pastillas de éxtasis o el LSD. Su consumo genera un alto impacto en la salud de los consumidores, e incluso los lleva a la muerte. 

—Imagínese usted –me dice Espinosa– que los adictos a esas drogas ni siquiera saben cuáles son los componentes que contienen esas sustancias. De acuerdo con información del Instituto de Medicina Legal, se han detectado ya ocho muertes por culpa de tales mezclas.

Marihuana y cocaína

Gracias al trabajo del Observatorio de Drogas se ha podido sacar en limpio que, entre los consumidores colombianos de narcóticos, la marihuana sigue siendo la droga favorita. El 84,4 por ciento la ha probado por lo menos una vez en la vida. Más de la mitad de ellos (el 52 y medio por ciento, para ser exactos) ha consumido marihuana en el último año.

Miren esta cifra tan desgarradora y dolorosa: el 12,4 por ciento de los colombianos que usan marihuana la probaron por primera vez antes de cumplir los diez años.
La segunda sustancia de mayor consumo es la cocaína. El 69,1 por ciento de quienes han usado coca son ya dependientes, consumidores habituales, adictos. Así de terribles son estos números.

—Frente a estas sustancias –comenta el viceministro–, la población escolar es la más vulnerable. Los estudios más recientes reflejan un gigantesco incremento: el predominio de la marihuana entre escolares ha crecido 156,4 por ciento; el de la cocaína, 53,3; el del bazuco, 44,4 y el del éxtasis, 112,8 por ciento.

Con razón es que los mayores decomisos suelen ocurrir en parques e inmediaciones de colegios.

También los universitarios

No solo los estudiantes de bachillerato: los investigadores han detectado que también la población universitaria se ha vuelto vulnerable al consumo de estupefacientes.
Los más recientes sondeos universitarios revelan que de seis años hacia acá ha habido un incremento considerable de casi todas las sustancias ilícitas entre quienes estudian para ser profesionales.

—Por ejemplo –explica Espinosa–, el consumo universitario de marihuana subió 38 por ciento y el de cocaína, un 28 por ciento. Lo más asombroso es que las anfetaminas crecieron 125 por ciento.

En medio de tanta cifra desoladora y de tanta realidad agobiante, hay una pequeña noticia estimulante: ha ocurrido una leve mejoría en cuanto a la edad en que los escolares comienzan a consumir narcóticos. Hasta ahora, esa edad promedio era de 13 años y 3 meses. Ha subido levemente a 13 años y 8 meses. Algo es algo. Peor es nada.

Pero ¿qué ha pasado con las estadísticas relacionadas con la población en general, no solo con escolares o universitarios, sino con todos los colombianos?

—Nuestro Ministerio de Justicia –responde el viceministro– está organizando un proyecto para actualizar la encuesta nacional de consumo entre la población global, no solo estudiantes, a fin de tener evidencias de qué ha pasado y qué está pasando con este fenómeno. Ese proyecto empezará a ejecutarse este mismo año.

¿Y la dosis mínima?

Volvamos a la dosis personal y su eliminación desde el punto de vista legal. Al fin y al cabo, ese fue el tema que dio origen a esta crónica y a toda esta cantidad de averiguaciones.

Vale la pena recordar que, desde hace ya algunos años, la propia agremiación de alcaldes colombianos había dicho que la tolerancia de esa dosis “atenta contra la lucha eficaz de las autoridades para combatir el mercadeo de narcóticos”.
Bueno, ya se conocen algunos resultados: en los tres primeros meses de la prohibición, hasta diciembre pasado, y según las cifras que me transmiten funcionarios de la Presidencia de la República, poquito a poquito, aquí y allá, fueron decomisadas grandes cantidades de esas sustancias.

—Pero, al llegar el nuevo año, los decomisos empezaron a bajar por razones que todavía desconocemos –agregan ellos mismos.

En la sola ciudad de Cartagena se destruyeron, en esos tres meses, 525 gramos de dosis personales. Es decir, alrededor de una libra.

Las fumigaciones

Las estadísticas que merecen mayor credibilidad demuestran que en los diez años transcurridos entre el 2008 y el 2018, el cultivo de hojas de coca se duplicó en Colombia. En cambio, durante el mismo período, la erradicación manual de tales siembras disminuyó un 35 por ciento, y la erradicación por fumigaciones aéreas fue prohibida desde el 2015 por el daño que esos productos químicos hacen a humanos, animales y cosechas lícitas.

Dos años después, en el 2017, los cultivos habían crecido de manera tan grande que llegaron a cubrir 171 mil hectáreas en todo el país
. Ante esa innegable realidad, se ha desatado otro debate, uno más: ¿debemos regresar a las fumigaciones áreas?
–En ese contexto –reflexiona en voz alta el viceministro Espinosa–, la reanudación de aspersiones aéreas podría ser una de las varias estrategias; eso sí, en el marco del respeto a los derechos humanos, cumpliendo rigurosamente las normas ambientales y de salud, así como los ordenamientos de la Corte Constitucional.

Epílogo

Después de pasarme varios meses en esta investigación, y de dedicarle varias noches de desvelo al examen de tantas cifras y estadísticas, y de consultar los estudios que valían la pena, confieso que varios hallazgos me causaron una impresión duradera y me quedaron dando vueltas en la cabeza. Uno de ellos es este: la encuesta del Observatorio de Drogas de Colombia entre la población escolar descubrió que el 38 por ciento de los estudiantes que consumen narcóticos tiene familiares –en su mayoría, tíos– con antecedentes delictivos.

Lo otro que me causó asombro es haber descubierto que, en la vida escolar, las muchachas beben más licor que los varones. Se lo comenté a una señora que dirige un colegio de bachillerato en Barranquilla, y ella me hizo esta reflexión:
—Una de las causas de eso es que las jovencitas, enfrascadas en las nuevas polémicas de la igualdad de género, han empezado a creer, ingenuamente, que consumir alcohol y drogas las iguala con el machismo de los hombres. Me quedé con la boca abierta.

JUAN GOSSAÍN.

FUENTE: El Tiempo.